Cimentar los principios bíblicos y doctrinales que consagra la Santa Biblia en cada persona miembro de la Iglesia y de las que aún no pertenecen a la misma, para de esta manera expandir y proclamar el evangelio del Señor Jesucristo a toda Persona, conforme a lo establecido por el Señor Jesucristo por medio de Su Palabra. Que el Espíritu Santo sea esos ríos de agua viva que habite y obre en los creyentes como arroyos abundantes que refresquen y limpien los rincones más remotos de la tierra.
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” (Juan 7:38)